El cuento de Cielo y Tierra

Las otras gallinas murmuraban y cacareaban entre ellas, burlándose de los polluelos extraños.

Pero la gallina madre sacó pecho y los reprendió. "Son mis polluelos, y los criaré igual que a los demás".

Los llamó Cielo y Tierra. Les enseñó, junto con los otros polluelos, cómo ser gallinas adecuadas: mantener la cabeza baja, escarbar en busca de gusanos y picotear el pasto.

"Así es como sobrevives", les dijo. "Y recuerden, nunca salgan del corral. El mundo exterior es peligroso. ¿Alguna vez han visto a una gallina escapar? Enloquecen y corren de regreso."

El comienzo de las dudas

Con el tiempo, Cielo y Tierra crecieron mucho más que sus hermanos. Sus patas eran más fuertes, sus alas más anchas. Se movían diferente, caminaban torpemente.

Un día, Cielo miró hacia arriba y vio un gran pájaro surcando el cielo. Su corazón latía con fuerza. Algo en ese pájaro le resultaba… familiar.

"Madre, ¿qué tipo de pájaro es ese?", preguntó con entusiasmo.

"¿Ese?", dijo la gallina con severidad. "Ese es un ave de presa. Vuelan alto, pero nosotros somos gallinas. Mantenemos la cabeza baja, escarbamos en la tierra y nos quedamos donde es seguro."

Cielo no estaba convencido. Algo dentro de él le decía que no estaba destinado a permanecer en el corral para siempre. Pero Tierra asintió y dijo: "Eso tiene sentido. Debemos escuchar a Mamá".

Aprendiendo a volar

Un día, la gallina madre reunió a todos sus polluelos. "Hoy aprenderán a volar", anunció. "Háganme sentir orgullosa porque todos ya hablan mal de nuestra familia. Sé que pueden hacerlo".

Señaló una rama baja de un árbol cercano. "Observen".

Agitando sus alas con furia, apenas logró alcanzar la rama más baja. Uno a uno, los polluelos aletearon hasta unirse a ella.

Pero cuando Cielo y Tierra extendieron sus alas, se elevaron más allá de la rama, mucho más alto que los demás.

La gallina madre se quedó boquiabierta. "¿Qué están haciendo?", los reprendió. "¿Quieren hacer que sus hermanos se sientan mal? Todos ya se burlan de ustedes. Son gallinas y deben comportarse como tales. Mantengan la cabeza baja, escarben en busca de gusanos y nunca salgan del corral."

Cielo y Tierra se miraron el uno al otro. Algo no parecía correcto.

Esa noche, cuando todos dormían, Cielo susurró: "¿Viste lo alto que volamos hoy?"

"Sí", admitió Tierra. "Pero no deberíamos hacerlo de nuevo. Mamá dice que somos gallinas".

Los ojos de Cielo brillaron. "No creo que seamos gallinas en absoluto".

El primer vuelo

La siguiente noche, cuando la granja estaba en silencio, Cielo empujó a su hermano. "Vamos a volar. Solo un rato."

Tierra negó con la cabeza. "¡No! Mamá se enojaría. Somos gallinas, y las gallinas no vuelan así."

Cielo suspiró. "Como quieras".

Extendió sus alas y despegó en el cielo nocturno. Se elevó más y más alto, sintiendo el viento debajo de él. Por primera vez, vio montañas, ríos y el vasto océano. El mundo era más grande y hermoso de lo que jamás había imaginado.

Horas después, regresó y despertó a su hermano emocionado.

"¡Tierra! ¡No creerás lo que vi! ¡Montañas, ríos, el océano! ¡El mundo es mucho más grande que esta granja!"

Tierra abrió los ojos con sorpresa. "¿Saliste del corral? ¿Y si te hubiera pasado algo?"

"¡No pasó nada! Volé, me elevé… ¡me sentí vivo!", insistió Cielo. "Ven conmigo mañana. Tienes que verlo por ti mismo".

Después de dudar mucho, Tierra finalmente aceptó. Esa noche, por primera vez, voló junto a su hermano. Y cuando vio el mundo desde arriba, quedó asombrado.

Corrieron a contarle a su madre.

"¡Mamá! ¡Mamá! ¡Podemos volar! ¡Vimos montañas, ríos y el océano! ¡El mundo es mucho más grande de lo que pensábamos!"

Pero la gallina madre negó con la cabeza. "¡Tonterías! Somos gallinas, y las gallinas no vuelan. Deben dejar de hablar así".

"¡Pero no somos gallinas!", insistió Cielo.

"Si siguen diciendo esas cosas", advirtió, "ya no serán parte de esta familia. Las otras gallinas ya los tratan mal—no lo empeoren".

Esa noche, Cielo susurró de nuevo. "Vamos a volar".

Tierra vaciló. "No quiero decepcionar a Mamá. Mi lugar está aquí".

Cielo suspiró. "No puedo quedarme, Tierra. Nací para volar".

Y con eso, Cielo extendió sus alas y se elevó en el cielo nocturno.

El destino de Tierra

Cielo voló más lejos que nunca. Una noche, vio un grupo de majestuosas aves surcando los acantilados.

Curioso, aterrizó cerca de ellos y preguntó: "¿Qué tipo de aves son ustedes?"

Lo miraron sorprendidos. "Somos águilas. Y tú también lo eres".

Cielo sintió su corazón latir con fuerza. "Pero… me criaron como una gallina".

Se rieron. "¡No eres una gallina! Mira tus alas, tu fuerza. Naciste para elevarte".

Cielo entendió la verdad. Siempre había sido un águila. Nunca estuvo destinado a picotear la tierra. Estaba destinado a volar alto.

Tiempo después, el granjero se despertó en la mañana de Acción de Gracias. No tenía pavo para la cena, pero pensó: El águila ya está completamente crecida y la otra se ha ido. Supongo que puedo comerme a esta en su lugar.

Y así, el águila que se negó a volar se convirtió en la cena.

La pregunta final

🌟 Dentro de ti reside una verdad más grande de lo que jamás imaginaste. 🌟

¿Has olvidado tu verdadera naturaleza? Nunca fuiste creado para ser pequeño, vivir con miedo, arañar el suelo cuando naciste para elevarte. La verdad es que eres magnífico. Eres poderoso. Eres un águila, no un pollo.